Seleccionar página

Infraestructura

Del cuarto oscuro a las fotografías digitales

El Universal

Gamaliel Valderrama

26 de noviembre de 2016

De todos los procesos de la fotografía, análoga o digital, quizás uno de los más olvidados es el que se lleva a cabo en el laboratorio de revelado e impresión. Durante gran parte del siglo XX las personas que laboraban en estos espacios tuvieron un lugar importante para que las imágenes captadas en los diferentes tipos de películas, surgieran en forma de negativo y finalmente se imprimieran en papel.

Si bien es cierto que hoy en día esta actividad se mantiene vigente, cada vez es más difícil encontrar especialistas que dominen las diferentes técnicas de revelado fotográfico, que incluyen lo analógico y lo digital, además los laboratorios que revelan e imprimen películas a color o blanco y negro comienza a ser más escasos, debido a la proliferación de la impresión digital. Es curioso que el avance de la tecnología, el mismo que hizo posible fijar imagen sobre un soporte, haga que poco a poco vaya relegando al revelado e impresión tradicional por nuevos sistemas para la impresión de imágenes.

Aunque el oficio como tal de impresor y revelador ha desaparecido de algunos espacios, en el ámbito comercial se mantiene, con menos lugares dedicados a lo análogo, pero aun en pie.

Muestra de ello es un sondeo en la Ciudad de México y Área Metropolitana, realizado por la Profeco en 2006 en establecimientos especializados en el servicio de revelado e impresión fotográfica, el cual arrojó que el “64% del personal entrevistado señaló que el servicio más demandado sigue siendo el revelado e impresión de fotos tradicionales, aunque 61% de los establecimientos cuentan ya con el servicio de impresión digital (…) a pesar del auge de las cámaras digitales, las personas siguen en su mayoría utilizando sus cámaras tradicionales de rollo”.

Diez años después de dicho sondeo las tendencias han cambiado. EL UNIVERSAL consultó a varios laboratorios fotográficos en la Ciudad de México, en 2016 cerca del 80% de estos laboratorios han suprimido el revelado e impresión tradicional y sólo imprimen fotografías digitales.

Uno de los laboratorios que continúan haciendo este tipo de revelando es Foto Regis, según Belén Meneses, empleada del laboratorio fotográfico, y quien tiene más de 20 años de experiencia en el ramo, explica que la proporción de impresión a color analógica –de rollo- es del 30 por ciento, mientras la digital ocupa el 70, en tanto la impresión en blanco y negro –de rollo- es del 5 por ciento, comparada con lo digital que es de 95 por ciento. Para la impresión análoga, en color o blanco y negro, primero se tiene que pasar por un proceso de revelado, para luego realizar la impresión.

El uso masivo de cámaras digitales ha provocado que las cámaras ópticas (aquellas que utilizan rollo con película) pasen a segundo término, y quizás en un futuro hasta desaparezcan del mercado. Empresas como Canon, Nikon y Kodak han disminuido su producción de cámaras ópticas, y a su vez han apostado a la producción de equipos digitales. Sin embargo, desde hace algunos años la tendencia para la captura de fotos digitales, es a través de teléfonos inteligentes. Según especialistas en dicho mercado, la cámara de los Smartphone es un factor importante al considerar la compara del equipo.

Testigo de estos cambios, es el decano de la fotografía en EL UNIVERSAL, Jesús Fonseca, quien desde los años cincuenta ha retratado el acontecer del país en El Gran Diario de México, “los fotógrafos, por ejemplo, en los periódicos usamos cámara de diferentes tamaños, eran muy grandes, estorbosas, pesadas. Lo que se hacía después de tomar unas placas era revelar”.

Luego del revelado, la imagen emergía en un negativo, pero para poder apreciarla al máximo, se tenía que imprimir. En aquellos años, dice el señor Fonseca, el proceso se realizaba en el cuarto oscuro, como su nombre lo indica era un espacio desprovisto de luz blanca, iluminado únicamente por luces rojas o ámbar, para no velar las películas o estropear el papel fotográfico.

El proceso para la impresión consta de proyectar el negativo sobre el papel fotográfico con unos pocos segundos de luz, para después pasar por un baño químico, “metemos el papel al líquido reductor, luego se escurre, se sumerge en agua para que no tenga tantas sustancias, se vuelve a escurrir para que lleve la menor cantidad de residuo, y después pasa por un baño de fijador, y va surgiendo la imagen”, explica para Mochilazo en el Tiempo este fotógrafo de la vieja guardia.

Hoy en día los laboratorios fotográficos de esta casa editorial ya no existen, han sido sustituidos por la tecnología digital; sin embargo, brotan de la memoria de don Jesús Fonseca anécdotas de aquellos años sesenta cuando “el laboratorio estaba arriba de la redacción, el piso era de madera. Un día empezó a caer una gotera hacia la redacción, porque un garrafón con revelador se rompió y escurrió; el depósito estaba cerca de una puerta por donde entraba una ráfaga de aire frío que hizo que se reventara. Hice que se cambiara de sitio el departamento de fotografía para evitar esos accidentes”.

Meneses aclara que precio de impresión digital y análoga en minilab –máquina especializada para imprimir- es el mismo, en tanto para el revelado e impresión tradicional en blanco y negro –cuarto oscuro-, el costo se eleva hasta diez veces, pues es un procedimiento casi artesanal, que en muchas ocasiones es de prueba y error para obtener las mejores impresiones.

Un ojo medianamente entrenado se daría cuenta de la impresión manual y la que hace una máquina, afirma Belén, “inmediatamente puedes diferenciar entre una impresión de minilab y una manual, es muy notorio, no hay manera que se haga un engaño.

“Lo manual sigue siendo de mayor calidad, por esa razón muchos fotógrafos siguen imprimiendo en blanco y negro. Hacer este tipo de trabajos es muy costoso, porque lleva tiempo, es foto por foto, dedicarle tiempo a tu material, hacer hojas de prueba, las correcciones que pide cada cliente, sigue siendo perfeccionismo total en el blanco y negro, es una calidad superior a la impresión del laboratorio normal, por esa razón, el laboratorio en blanco y negro sigue persistiendo pese a los años».

“Lo clientes siguen pidiendo que se los imprimas en ese laboratorio, porque nota la diferencia entre una impresión y la otra”. Este tipo de impresión y revelado tiene poca demanda, son los estudiantes de fotografía y algunos profesionales quienes siguen solicitando este servicio, comenta Belén Meneses.

Para la impresión digital existen varios procesos, como el seco con tintas, que se asemeja al proceso de una impresora casera, y también está el proceso con químicos, que utilizan las máquinas que se encuentran en los locales actuales. “Para todo laboratorio siempre hay trucos, los vas aprendiendo con el tiempo y la práctica”, dice Belén Meneses, quien desde los trece años ha mirado y practicado el revelado en el cuarto oscuro.

Y es que los impresores y reveladores de los laboratorios de antaño se han adaptado a la tecnología y su implementación, primero con la llegada los minlabs para rollos y luego para la tecnología digital, pero, mientras cada vez era más escasas las visitas al cuarto oscuro, el conocimiento de las técnicas tradicionales transmitido a las nuevas generaciones de impresores dejo de fluir, por ser cada vez menos requerido.

“Cuando las fotos pasan por minilab, sólo se les da brillo y contraste, mucha veces a ojo del impresor, lo que el impresor juzgue como correcto, es lo que se mandará. En eso radica que algunas personas opinen que en un lugar se imprime mejor que en otro, pero esto tiene que ver con la preparación del impresor”, apunta la emplea de Foto Regis.

“Me tocó el cambio del análogo al digital. Lo que ha disminuido es la cantidad de impresiones. Mucha gente toma sus fotos pero no las imprime, y el lema es que ‘una foto es una foto hasta que está impresa’.

Al no imprimirlas no hay un registro de imágenes. Antes con los rollos se sacaba un promedio, se vendieron tantos rollos y tantas imágenes se tomaron en un año, en la actualidad esa información está perdida, porque aunque se vendan muchas tarjetas de memoria no se sabe cuántas fotos digitales se toman en un año y de esas cuántas se imprimen”, cuenta Belén Meneses.

El revelado tradicional es el proceso mediante el cual una imagen en una película fotográfica se hace visible, obteniendo así lo que conocemos como negativo. Su historia comienza a principios del siglo XIX, cuando el científico francés Nicéphore Niepce, con ayuda de una cámara oscura (caja con un pequeño orificio) y hojas de papel emulsionadas con sales de plata, obtuvo la primera reproducción de una imagen.

En 1839, el arquitecto Jacques Daguerre consiguió imágenes fotográficas empleando placas de cobre recubiertas con yoduro de plata. Este sistema resolvía algunos problemas técnicos en el procedimiento de Niepce y es el antecesor de la fotografía instantánea. A la par, William Fox Talbot desarrolló un método para la impresión de imágenes basado en un papel cubierto con cloruro de plata. Este método es el más cercano a la fotografía que hoy conocemos.

La era digital comenzó hace más de 30 años cuando Steven Sasson creó la primera cámara digital a partir de sensores llamados charge coupled device (ccd). Esta cámara tomaba fotos en blanco y negro, contaba con una resolución de 0.01 megapixeles (unidad de medida de los puntos que constituyen una imagen digital), tardaba 23 segundos en guardar la fotografía en una memoria y otros 23 para procesarla y mostrarla en un televisor.