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Encuestas ¿para qué?

Más por más GDL.

Julio González.

17 de febrero de 2015

 

A lo largo de tres años, los ciudadanos se muerden las uñas, gritan de dolor por las úlceras provocadas por los jugos gástricos y tienen una colitis nerviosa que ni un antiespasmódico es capaz de apaciguar el dolor. La causa: las ansias por leer las encuestas electorales.

Claro que no es cierto. Entonces, ¿quiénes se preocupan por los porcentajes que son publicados en los medios de comunicación? ¿Quiénes son los interesados en que se publiquen? La respuesta es sencilla: los políticos. Principalmente, los candidatos.

De hecho, comparto la teoría que afirma que los resultados de estas informaciones cuantitativas no necesariamente influyen en el voto. A ver, seamos realistas, ¿quién cambia su preferencia luego de leer una encuesta? Yo no, ¿y tú?

Más bien las casas encuestadoras –que en ocasiones son contratadas para asesorar políticos– deberían levantar una muestra sobre su propio trabajo e impacto ¿a poco no estaría genial que preguntaran a la puerta de su casa o en su teléfono si uno se enteró de su chamba o si influyó en nuestra decisión democrática?

Las encuestas funcionan como propaganda, pero no necesariamente ése debería ser su función. Podría servirles a los equipos de comunicación, marketing político, analistas políticos, consultares, etcétera. Sin embargo, las encuestas se cacarean, se busca que todo el electorado las conozca, que tienten el papel periódico o que los números les retumben las bocinas del radio. Otra pregunta surge ¿quién paga las encuestas? Levantar una muestra por una ciudad como Guadalajara, por ejemplo, no es nada barato, por lo que, generalmente, los candidatos o partidos políticos las financian y luego las “filtran” a los medios de comunicación, para que hagan el trabajo “sucio” y éstos las reciben y publican con bombo y platillo.

¿Dicen la verdadera preferencia electoral? Depende ¿de qué? De la metodología y de la representatividad de la muestra que en palabras de “ciudadano de a pie” es que sea seria y vaya prácticamente de casa en casa, de colonia en colonia, de hombre y/o mujer, de personas en el padrón electoral y demás detalles importantes para que la encuesta diga “la verdad”. Aunque la “mera mera” es el día de las elecciones, siempre y cuando sea limpia la jornada.

Otra lectura es que cuando vemos que los medios de comunicación publican alguna encuesta, se puede mirar hacía que bando se inclinan. Si con los tricolores, albiazules, solaztecas, naranjas o turquesas -ok no, este último lo veo poco factible pero su spots se le termina pegando a uno, ahí disculpen-.

¿Bienvenidas las encuestas? Sí pero con sus asegunes. Debemos exigir que se publique la metodología y que éstas sean serias. Sin embargo, debemos entenderlas como una cucharada de ego puro para el personaje de mayor porcentaje. Estamos en tiempos electorales y los candidatos harán lo que sea por ganar. Competirán al margen de la ley y buscarán aplicar cualquier estrategia sin importar que no tenga ni forma ni fondo. Ya nos lo dejaron claro durante las precampañas.