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–Condiciones laborales

 

Periodismo, el oficio más peligroso del mundo

El Sol de México

NIDIA MARÍN / PRIMERA DE DOS PARTES

28 de septiembre de 2014
No son los mejores tiempos para el ejercicio periodístico en el mundo. Tampoco los peores, aunque lo parezcan. Cada vez son menos los secretos ocultos, silenciados, encubiertos, la impunidad de algunos poderosos y sus abusos. Cada vez son más los juicios de los pueblos, pero también los usos de periodistas como carne de chantaje, de intercambio, de venganzas, de cooptación, colaboración y escarmiento, lo mismo en los conflictos internacionales que en las luchas nacionales en contra de la delincuencia.

De ahí las decapitaciones, persecuciones y amenazas. De ahí la tácita obsolescencia del antiguo chaleco con la leyenda «No dispare soy periodista» porque, a veces, es mejor no avisar de la presencia.

Y es que atrapados entre dos fuegos, aquí y allá, sin importar el conflicto que se viva en cada país, en cada región y en cada pueblo, una buena parte de quienes se dedican a informar en radio, televisión, prensa escrita y en la Internet, sean reporteros, fotógrafos, camarógrafos o blogueros, enfrentan el riesgo de las amenazas, las golpizas, el secuestro, la desaparición, el asesinato, los allanamientos, los robos de instrumentos y material periodístico y lo más radical… la decapitación.

También están otro tipo de «envíos», con atentos recados de «ya bájale» y una tercia de golpeadores dispuestos contra la reportera Karla Silva. La joven se recupera, existe el juicio correspondiente y fue atrapado el presunto autor intelectual.

No cabe duda que hoy más que nunca está vigente el planteamiento de Ryszard Kapuscinsky: «El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse».

Y qué decir de lo impreso en «Los Cínicos no Sirven Para Este Oficio»:

«Esta una profesión muy exigente. Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. El motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día. No podemos cerrar nuestra oficina a las cuatro de la tarde y ocuparnos de otras actividades. Este es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro modo de ejercitarlo o, al menos, de hacerlo de un modo perfecto».

En ese ajetreo, cabe su poema, «Por qué…»:

«Por qué / el mundo / ha pasado a mi lado / tan rápido/ no se ha dejado detener / acercar / tutear / ha pasado volando / punto que desaparece / entre el fuego y el humo».

Verdades de a kilo en tiempos agresivos, porque la sociedad actual está inmersa en unos cambios vertiginosos que afectan todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Guerras, violencia, inmigración, racismo, recesión económica, desempleo, diferencias religiosas y culturales que dificultan nuestra convivencia y ponen en peligro nuestro futuro, consigna María de los Ángeles San Martín Pascal.

Ella recuerda a Catherine Graham, editora de The Washington Post, de quien asegura «… siempre estuvo en desacuerdo con la descripción de la prensa como «4º poder». Los periodistas, argumentaba, no debemos ser un componente más del poder político».

Y menos ahora cuando los opuestos exigen, reclaman, mientras, como ha sucedido toda la vida, abundan los insatisfechos con los resultados.

«La figura del periodista -considera San Martín Pascal- se ve enfrentada a unos dilemas nunca antes conocidos, no solamente por la trascendencia política y económica de su formación, sino por el alcance de su difusión. Sus preguntas y dudas toman una dimensión global. ¿Cómo pueden informar objetiva y verazmente, principios fundamentales en toda información, frente a un conflicto internacional, cuando saben que existe un opresor y una víctima? ¿Cómo pueden informar sobre asuntos de enorme complejidad, como son las decisiones tomadas por los grandes bancos y las consultoras financieras más importantes del mundo y que afectan a la economía mundial y donde la acumulación de datos y operaciones son de tal complejidad y tan políticamente enmarañadas, que el acceso a la transparencia es prácticamente imposible? ¿Cómo seleccionar noticias de entre todas que llegan a la mesa de redacción y mantener al propio tiempo el nivel profesional de fiabilidad y veracidad cuando algunas de ellas llegan de fuentes desconocidas?»

 

 

Periodismo, el oficio más peligroso del mundo

El Occidental

Nidia Marín

28 de septiembre de 2014

 

No son los mejores tiempos para el ejercicio periodístico en el mundo. Tampoco los peores, aunque lo parezcan. Cada vez son menos los secretos ocultos, silenciados, encubiertos, la impunidad de algunos poderosos y sus abusos. Cada vez son más los juicios de los pueblos, pero también los usos de periodistas como carne de chantaje, de intercambio, de venganzas, de cooptación, colaboración y escarmiento, lo mismo en los conflictos internacionales que en las luchas nacionales en contra de la delincuencia.

De ahí las decapitaciones, persecuciones y amenazas. De ahí la tácita obsolescencia del antiguo chaleco con la leyenda «No dispare soy periodista» porque, a veces, es mejor no avisar de la presencia.

Y es que atrapados entre dos fuegos, aquí y allá, sin importar el conflicto que se viva en cada país, en cada región y en cada pueblo, una buena parte de quienes se dedican a informar en radio, televisión, prensa escrita y en la Internet, sean reporteros, fotógrafos, camarógrafos o blogueros, enfrentan el riesgo de las amenazas, las golpizas, el secuestro, la desaparición, el asesinato, los allanamientos, los robos de instrumentos y material periodístico y lo más radical… la decapitación.

También están otro tipo de «envíos», con atentos recados de «ya bájale» y una tercia de golpeadores dispuestos contra la reportera Karla Silva. La joven se recupera, existe el juicio correspondiente y fue atrapado el presunto autor intelectual.

No cabe duda que hoy más que nunca está vigente el planteamiento de Ryszard Kapuscinsky: «El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse».

Y qué decir de lo impreso en «Los Cínicos no Sirven Para Este Oficio»:

«Esta una profesión muy exigente. Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. El motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día. No podemos cerrar nuestra oficina a las cuatro de la tarde y ocuparnos de otras actividades. Este es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro modo de ejercitarlo o, al menos, de hacerlo de un modo perfecto».

En ese ajetreo, cabe su poema, «Por qué…»:

«Por qué / el mundo / ha pasado a mi lado / tan rápido/ no se ha dejado detener / acercar / tutear / ha pasado volando / punto que desaparece / entre el fuego y el humo».

Verdades de a kilo en tiempos agresivos, porque la sociedad actual está inmersa en unos cambios vertiginosos que afectan todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Guerras, violencia, inmigración, racismo, recesión económica, desempleo, diferencias religiosas y culturales que dificultan nuestra convivencia y ponen en peligro nuestro futuro, consigna María de los Ángeles San Martín Pascal.

Ella recuerda a Catherine Graham, editora de The Washington Post, de quien asegura «… siempre estuvo en desacuerdo con la descripción de la prensa como «4º poder». Los periodistas, argumentaba, no debemos ser un componente más del poder político».

Y menos ahora cuando los opuestos exigen, reclaman, mientras, como ha sucedido toda la vida, abundan los insatisfechos con los resultados.

«La figura del periodista -considera San Martín Pascal- se ve enfrentada a unos dilemas nunca antes conocidos, no solamente por la trascendencia política y económica de su formación, sino por el alcance de su difusión. Sus preguntas y dudas toman una dimensión global. ¿Cómo pueden informar objetiva y verazmente, principios fundamentales en toda información, frente a un conflicto internacional, cuando saben que existe un opresor y una víctima? ¿Cómo pueden informar sobre asuntos de enorme complejidad, como son las decisiones tomadas por los grandes bancos y las consultoras financieras más importantes del mundo y que afectan a la economía mundial y donde la acumulación de datos y operaciones son de tal complejidad y tan políticamente enmarañadas, que el acceso a la transparencia es prácticamente imposible? ¿Cómo seleccionar noticias de entre todas que llegan a la mesa de redacción y mantener al propio tiempo el nivel profesional de fiabilidad y veracidad cuando algunas de ellas llegan de fuentes desconocidas?»

w Una nueva mira: los periodistas

Al paso de los años del actual siglo XXI, el periodismo se ha convertido en el oficio «mas peligroso del mundo», de acuerdo a ciertos especialistas. En nuestro país, la mira de las ametralladoras calibre 7.62 milímetros, de los fusiles AK-47, de las pistolas 9 milímetros, está enfocada hacia servidores públicos, presidentes municipales, diputados locales y federales, policías y… periodistas.

Más la escalada es mundial. Hasta los blogueros han sucumbido: 12 fallecieron y 200 han sido encarcelados en diversos países, aseguran agrupaciones pro derechos humanos de los periodistas.

Los conteos internacionales de principios de 2013 señalaban a México con el primer sitio en América Latina, los de 2014 lo ubican en el segundo lugar, superado por Brasil. Sin embargo, en la relación mundial, el cetro se lo lleva Siria. No es novedad a estas alturas, después de las decapitaciones de James Foley, Steven Sotloff y David Haines por terroristas de los llamados estados islámicos. Los periodistas son utilizados hoy, inclusive, para desatar guerras.

2014 no ha sido el más benévolo. En lo que va del año son más de 44 los informadores que han muerto, de acuerdo a Reporteros sin Fronteras. Las guerras y los conflictos tejen sus mortajas.

México no se salva y también hila su propia tela, no obstante las coordenadas lanzadas en lo internacional y lo nacional para la realización del trabajo periodístico. Actualmente es considerado uno de los países con más casos de asesinatos de periodistas no resueltos, de acuerdo al Comité para la Protección de Periodistas.

Se tejen crímenes, más allá de los recorridos por la República de la Fiscal Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión, de la Procuraduría General de la República, Laura Angelina Borbolla Moreno, con la intención de dar a conocer ante informadores y en las universidades la «Prevención del delito, retos y obstáculos en la investigación de agresiones a periodistas».

La impunidad, ha señalado Reporteros sin Frontera en el caso mexicano, sigue siendo la regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones. Las investigaciones, con frecuencia se cierran de prisa o se frenan debido a la lentitud burocrática. La impunidad, precisa, también se explica por la colusión entre el crimen organizado y las autoridades políticas y administrativas (a menudo corruptas y en las que incluso se han infiltrado los cárteles) a todos los niveles.

Lo cierto es que mientras no haya castigos, continuará existiendo ese sentimiento de indefensión y de abandono, sobre todo después del caso de la reportera Karla Silva, en Silao, Guanajuato o de Gregorio Jiménez, Norberto Herrera Rodríguez, Gilberto Moreno Fontes y tantos otros.

w Rendijas, grietas y omisiones

Un resquicio por donde se cuelan los asesinos, secuestradores y golpeadores contra los periodistas es la incultura de la denuncia. Son amenazados y no acuden ante las autoridades. ¿Será por temor? ¿Por qué no le dan la importancia debida? ¿Por…?

Borbolla Moreno, en una de sus últimas visitas, en este caso a Colima (a mediados de este mes de septiembre) en la Facultad de Derecho de la Universidad de la entidad, sin embargo, ante los reporteros asistentes calificó a las amenazas como el principal motivo de las denuncias actualmente.

Sin embargo, todo indica que son insuficientes, porque la propia funcionaria dijo además que, en muchos de los casos de asesinatos de los periodistas en el país, hubo amenazas previas que no fueron denunciadas a la autoridad.

Ella hizo notar que la violencia contra los informadores ha disminuido, lo cual también es cierto, aunque no se ha erradicado.

No sería justo decir que las autoridades están de brazos cruzados porque, por ejemplo, fue creada una unidad para aplicar el Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas. Más o menos la mitad de quienes se acogen al beneficio, son periodistas. Algunos trabajan en otras entidades como si fueran testigos protegidos, en la mayoría de los casos con pseudónimos.

Tampoco es suficiente. Inclusive Artículo 19 ha puntualizado «la necesidad de un mecanismo adecuado que proteja a periodistas es una obligación internacional que deriva de recomendaciones de organismos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el Comité de Derechos Humanos de la ONU y de las Relatorías de libertad de expresión (tanto de la ONU como de la CIDH), por lo que el Gobierno del Distrito Federal tiene el deber de ajustar su actuar conforme a los estándares internacionales».

El informe de tal organismo en 2013, refiere 330 agresiones contra periodistas, trabajadores de prensa e instalaciones de medios de comunicación.

De 100 agresiones contra trabajadores de medios en el año pasado, son 85 las que se dirigen contra un reportero o periodista audiovisual; 10 contra directivos, y las otras cinco se distribuyen entre columnistas, otros empleados de medios y caricaturistas. Las agresiones a personas representaron el 90 por ciento del total, el otro 10 por ciento fueron ataques a las instalaciones de los medios.

En 2014, los datos oficiales refieren una disminución en los ataques a las instalaciones. Es cierto.

Un planteamiento más del informe menciona la problemática en los lugares de siempre desde hace varios años, Veracruz, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, aunque resalta las agresiones documentadas por Article 19, mismas que «permiten observar un patrón de diseminación de violencia hacia otros estados».

«Las agresiones a la prensa aumentaron en el Distrito Federal, Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Tlaxcala, Baja California y Zacatecas», con una mención especial para Veracruz, donde han asesinado a 10 periodistas desde 2011 y el Distrito Federal, donde se registraron 34 agresiones», precisa.

Las féminas periodistas, en el país, son las más agredidas. La agencia Comunicación e Información de la Mujer ha documentado en los años 2012-2013 que 46.2 por ciento de los periodistas agredidos son mujeres, mientras 42.3 por ciento hombres.

Y para dar una idea del trabajo femenino en el periodismo, aportan cifras: 56 por ciento son reporteras; la mitad, cubre la fuente política; 60 por ciento trabaja en prensa escrita y dos de cada 10 laboran en medios digitales. Los más agresivos son los funcionarios públicos.

Kapuscinski escribió el poema «Nuestros Muertos…»:

«Nuestros muertos / qué poco les importa ya nada / son fríos / indiferentes / no hacen preguntas / se mantienen apartados / siempre en el mismo lugar / callan».

Pero nosotros, los vivientes, no.

(Continuará)