Seleccionar página

La endeble participación de los mexicanos en Estados Unidos en las elecciones presidenciales de México debilita la noción de Internet como espacio de ciudadanía diásporica. Por otro lado, el desinterés y escepticismo político de la “opiniósfera” mexicana en línea debe incluirse como componente importante de una esfera pública transnacional

Por Gabriel Moreno, profesor e investigador del ITESO.

La presente es un primer esbozo de construcción de objeto de estudio para un proyecto de investigación sobre Internet como espacio de participación democrática de la diáspora mexicana en el contexto de los procesos electorales de México y Estados Unidos en el 2012.

En este texto no se aportarán referencias ni datos para sustentar la validez de las ideas abordadas, por ser este sólo un intento por entablar dialogo con perspectivas interesadas en el tema. El propósito único es hacer visibles algunos elementos centrales del objeto de estudio, y en el que se identifiquen alternativas, obstáculos y objeciones para su realización. La propuesta de investigación se está articulando de forma paralela, cimentada con datos y con una debida revisión de literatura.

Después de una primera revisión del trabajo académico sobre migrantes mexicanos y la red se acusa una ausencia de perspectivas teóricas y empíricas sobre el tema de interés. Puede especularse que el fenómeno de la ciudadanía transnacional en este contexto será poco significante en la práctica, lo cual se deduce a partir de la falta de algún precedente que indique lo contrario. También puede aventurarse que los connacionales en el extranjero tendrán una débil influencia sobre quién será el próximo presidente de México, y que como estudio de caso, el de la diáspora mexicana será poco útil para ilustrar (al menos en un sentido positivista) la cuestión de Internet como un espacio de ciudadanía democrática.

Aunque hay al menos 3 millones de personas elegibles para votar desde Estados Unidos, la baja participación en las presidenciales del 2006 (menos de 1%), y un raquítico flujo de nuevos registros foráneos en el padrón electoral para las elecciones de 2012 deja pobres prospectos para el voto de mexicanos en el extranjero. Puede pues hablarse por un lado de apatía política y desinterés generalizado en las elecciones de México entre la diáspora en Estados Unidos. Al mismo tiempo, se avizora una marcada tendencia a que un sector educado y adinerado de la diáspora mexicana se incorpore al proceso electoral estadounidense, lo cual se manifestaría a través de apoyo a la relección del presidente Barak Obama. Podría decirse pues que hay un proceso de “asimilación política” de la diáspora mexicana que erosiona el paradigma de Internet como un vehículo de desterritorialización cultural y de mantenimiento de comunidades imaginadas transnacionales. Asumiendo que el escenario es correcto, el auténtico problema de investigación sería el de la participación política en Internet de los “Hispanos” o “Latinos” (65% de origen mexicano) en las campañas presidenciales de Estados Unidos. Esto señalaría que la cuestión de la participación diásporica en las presidenciales de México debe descartarse, pues a priori se conoce la poca significancia del fenómeno.

Afortunadamente, lejos de ser mutuamente excluyentes, el asunto de la inclusión hispana en las dinámicas democráticas de Estados Unidos y el del retraimiento México-Estadounidense de la política en México puede abordarse desde el punto de vista de la comunicación transnacional. Desde la perspectiva de una orientación política de los migrantes dual o híbrida, sectores de la diáspora mexicana se involucrarían en ambos procesos electorales, aunque de forma diferenciada. Mientras que los usos, consumos e interacciones digitales aterrizados en Estados Unidos serían de involucramiento con el proceso electoral, aquellos relacionados con el proceso en México serían de crítica distanciada e indiferente. La implicación es que el sistema político estadounidense promueve la participación ciudadana (y con principal fuerza entre las minorías étnicas), mientras que  el equivalente mexicano la desincentiva. Por lo tanto, sería de esperarse que las entradas de blogs, los debates entre usuarios en medios electrónicos y las intervenciones en redes sociales en línea darán cuenta de una participación más o menos activa en la contienda presidencial de Estados Unidos que replicaría las premisas del debate político hegemónico. Por el contrario, los foros digitales en relación a las campañas en México dejarían una estela de crítica escéptica, no en los términos de los discursos oficiales difundidos por los partidos y candidatos en los medios masivos, sino en aquellos de individuos y grupos que a través de sus puntos de vista dan salida a una esfera pública de resistencia.

El panorama dual descrito hace eco con la idea de que el carácter de la comunicación en Internet está vinculado con los sistemas sociales y estructuras políticas en que se genera (p.ej. Van Den Boss & Nell, 2006). Sin embargo, mientras que se entiende que esas estructuras son generalmente definidas por los discursos de las elites, es de esperarse que las narrativas en línea que se generarán en torno a la elección en México se moldearán desde abajo, desde las producciones de sentido de actores sociales que significan el discurso político en sus propios términos. En este contexto Castells se ha referido en su Communication Power a ‘una audiencia activa que se forja su significado comparando su experiencia con los flujos unidireccionales de la información que recibe’ (2009: 184). Es decir, mientras que en Estados Unidos existen organizaciones de tipo cívico encargadas de articular el panorama político en función de los intereses de las minorías étnicas, la ausencia de actores similares en el contexto mexicano, y la desconfianza tradicional en los políticos profesionales, deja vacíos que la “audiencia creativa” se encarga de llenar.

El asunto de interés aquí tiene qué ver, sin embargo, no con las causas por las que se gesta esta “opiniósfera” mexicana en línea sino con la influencia que posiblemente ejerce en la diáspora mexicana, al reproducir en los emigrados el distanciamiento y escepticismo de los no migrantes. Aquí, la naturaleza de Internet como medio de acceso a una variedad de recursos y fuentes de información indiferente a la ubicación geográfica de los usuarios significa que los contenidos producidos por la audiencia creativa de México son componentes potencialmente esenciales para la esfera pública transnacional.  En otras palabras, puede hablarse de un proceso de desterritorialización de la cultura política de México que se reproduce en el circuito migratorio que comparten México y Estados Unidos. Una pregunta importante en este sentido es determinar si en este proceso lo que se desterritorializa es, por un lado, una especie de apatía y desinterés que históricamente ha caracterizado a los mexicanos, o por el otro, una novedosa variedad de “democracia crítica” que estaría remplazando a la tradicional democracia “incumbente” o “titular”. De acuerdo a Ricardo Blaug en su artículo sobre Ingeniería democrática (2002), la primera se caracteriza por gestarse en la energía radical de ciudadanos  incrédulos en sistemas de gobierno controlados por los políticos, mientras que la segunda busca preservar la gestión de la sociedad desde las llamadas instituciones de representación ciudadana. Sin duda, esta diferenciación da margen para entender las lecturas que desde los espacios en línea realizan en la actualidad una variedad de actores sociales fatigados con el simulacro de la democracia en México, y al mismo tiempo permite un enfoque inexplorado sobre la esfera pública transnacional.

Dicho lo anterior, del planteamiento realizado surgen dos preguntas tentativas de investigación: a) ¿Cuáles son los usos contemporáneos de Internet como espacio de ciudadanía de la diáspora mexicana?; b) ¿Cómo se relacionan las participaciones de la diáspora mexicana en Internet con nociones de ciudadanía democrática en los contextos electorales de México y Estados Unidos? Todavía  queda definir los estudios de caso y espacios específicos para buscar una respuesta. Un primer paso será dirigir el esfuerzo hacia organizaciones migrantes con discursos visible en relación a las elecciones en Estados Unidos y México. De la existencia verificable de estrategias de participación que demuestren la inclusión de la diáspora mexicana en ambos procesos resultaría una provechosa experiencia de investigación.